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28.10.2019

María Victoria Murillo

Elecciones 2019: ¿Volvimos al voto estratégico y al bipartidismo?

En la elección de ayer, el candidato ganador, Alberto Fernández recibió el 48% de los votos y ocho puntos más que el actual presidente Mauricio Macri. Esa diferencia puede significar la posibilidad de retornar a un bipartidismo que proporcione opciones a un electorado estratégico, que no se encuentra necesariamente atado al tradicional clivaje peronismo-anti-peronismo. La elección de Raúl Alfonsín, pese a su carácter histórico, pareció haber producido las condiciones para el surgimiento de un sistema político bipartidista, pero la crisis de 2001 interrumpió ese proceso dejando ‘huérfano’ al electorado no peronista como escribió Juan Carlos Torre.

Las elecciones presidenciales hasta 2001 parecían encontrar a votantes estratégicos que polarizaban sobre la opción peronista y la anti-peronista con diferencias de alrededor de diez puntos entre ambos. Menem obtuvo 48% de los votos frente al 37% de Angeloz, aun con hiperinflación y una profunda crisis económica. De la Rúa obtuvo 48% frente al 38% de Duhalde con un creciente si bien menos estruendoso deterioro económico. El desempeño económico es clave en la explicación de resultados porque moviliza al electorado estratégico que busca salir del pantano, pero no es determinante para el electorado enfocado en ambos polos de la dicotomía.

La crisis de 2001 hizo fragmentarse a ambos polos y en 2003, el electorado anti-peronista o no peronista dividido entre tres candidatos radicales o exradicales sacaba un tercio frente a los dos tercios del peronismo también dividido. Pensamos que se había acabado el bipardismo y ante la fragmentación electoral de la oposición, los votantes estratégicos quedaban sin opciones y la economía empujada por el boom de las materias primas reducía su búsqueda de las mismas. Se imaginó entonces el nacimiento de una nueva hegemonía kirchnerista.

Sin embargo, el boom agroexportador sería el eje de una renovada oposición basada en las zonas más ricas del cinturón que se extiende de Entre Ríos a Mendoza pasando por Santa Fe, Córdoba, San Luis y el interior de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. La elección de 2015 y la de ayer mostraron la división geográfica de la Argentina y sugieren que Juntos por el Cambio tiene el potencial de transformarse en la contracara del Peronismo. Esto implicaría que sus dirigentes tomaran conciencia de que los votantes estratégicos prefieren tener alternativas, en lugar de caer en el facilismo de limitarse a una base social que demostró lealtad u horror frente a la alternativa, incluso con una caída de tres puntos del producto y una inflación de al menos 60% (según cifras de FMI).

Los votantes estratégicos son reactivos. El triunfalismo mediático de Juntos por el Cambio antes de las PASO los podría haber llevado a dar un mensaje contundente en agosto. Sin embargo, también puede que el triunfalismo post-PASO del Frente de Todos (y no solamente su recuperación de la actividad política como estrategia electoral) haya ayudado a Macri a remontar en siete puntos y medio su desempeño entre ambas elecciones. Esta remontada es significativa no solamente para definir el papel de Macri en el futuro de su coalición, sino también por sus consecuencias en la Cámara Baja donde el arrastre le permitió a la coalición oficialista ganar nueve diputados con lo que subiría su bloque a 56 legisladores mientras que el Frente de Todos mantiene su bancada de 68. Esto debería ser entonces un incentivo para tratar de mantener unificada la oferta política no peronista que emergió como un mero frente electoral. Sin embargo, Argentina no tiene una gran tradición de renovación de liderazgos y construcción institucional en sus coaliciones políticas recientes. El desafío no es menor pero el incentivo está presente. De las decisiones políticas dependerán no solamente las opciones del electorado sino la existencia de una oposición que pueda controlar al gobierno y negociar políticas públicas. Ambas funciones son claves para la gobernabilidad y el desempeño económico, que definen los incentivos de los votantes estratégicos.

*Por María Victoria Murillo. Universidad de Columbia e investigadora invitada del OEAR de CIPPEC.

La opinión de la autora no refleja necesariamente la posición de todos los miembros de CIPPEC.

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