Novedades

Por María Page

Las elecciones son un logro colectivo

Por María Page, investigadora asociada del programa de Instituciones Políticas de CIPPEC.

A las elecciones las organiza y las juzga el Estado, pero lo que ocurre en las mesas el día de la elección está en manos de la ciudadanía. Por eso la participación es determinante para la calidad de los comicios. En este post te contamos por qué.

Aunque la discusión pública suele pasarlo por alto, las elecciones son una empresa colectiva, un acontecimiento esencialmente ciudadano. Cada elección nacional es un enorme esfuerzo logístico que abarca todo el territorio del país, en el que se habilitan 90 mil mesas de votación para recibir el voto de los 30 millones de argentinos registrados en el padrón. Sin el trabajo de las autoridades electorales, el compromiso de los ciudadanos y la presencia de los partidos, las elecciones no podrían salir bien.

A las elecciones las hacemos entre todos. Cuando vamos a votar no sólo expresamos nuestro apoyo (o nuestro rechazo) a los candidatos y sus propuestas. También manifestamos nuestro acuerdo con los procedimientos de la democracia, con los mecanismos que la  democracia nos ofrece para tomar las decisiones colectivas.  Por eso los nivel de participación y de votos positivos (es decir por algún partido) son interpretados como un indicador de apoyo a las instituciones democráticas. Y si el  abstencionismo y el voto en blanco aumentan, se activa la señal de alarma.

Los argentinos valoramos el derecho elegir. Nuestro país se destaca por los altos niveles de participación: desde 1983 fue de 80% en promedio para las elecciones presidenciales y de 70% para las de medio término (cuando se eligen cargos legislativos). El voto en blanco también es bajo, 3% en promedio en elecciones presidenciales. Incluso, según una encuesta que hicimos a 1800 votantes bonaerenses en la elección general de 2015, el 75% está de acuerdo con que los candidatos se elijan en elecciones obligatorias.

Pero no se trata sólo de ir a votar. Las elecciones como las conocemos serían inviables sin la participación de los presidentes de mesa para conducir la votación y de los fiscales para controlar lo que ocurre en cada mesa.

Los presidentes de mesa son la máxima autoridad en la mesa que les toca administrar. Son ciudadanos no afiliados a partidos políticos que se designan al azar para que conduzcan la elección de manera ecuánime y como dicta la ley. Su trabajo es crucial: ellos garantizan que cada elector pueda ejercer su derecho a elegir y cuentan los votos. Los votos que ellos reportan son los que se suman para calcular el resultado final de la elección, porque las urnas no vuelven a abrirse ni los votos a contarse, salvo que haya un reclamo. (Si recibiste telegrama para presidir una mesa, tenemos un breve instructivo con todo lo que tenés que saber).

Los partidos también hacen lo suyo. En nuestro sistema electoral el control de la selecciones es partidario. Los fiscales cuidan los intereses, las boletas y los votos de sus respectivas agrupaciones y, al hacerlo, generan un control cruzado sobre lo que ocurre durante la votación. (Si vas ser fiscal para un partido, consultá nuestro instructivo para fiscales).

Las elecciones de 2015 en la provincia de Buenos Aires ejemplifican cómo la participación incide en la calidad de los comicios. Un estudio reciente de CIPPEC muestra que las elecciones generales de 2015 en ese territorio, donde vota el 37% del electorado nacional, funcionaron bien y fueron íntegras. Después de haber buscado sistemáticamente, no encontramos ningún elemento para sostener lo contrario. Estos resultados no se explican sino por un esfuerzo colectivo: una organización eficaz; presidentes de mesa que no se ausentaron e hicieron bien su trabajo; electores que fueron a votar (aún en las PASO); partidos que plantearon opciones competitivas y estuvieron presentes con sus fiscales en los lugares de votación; un recuento provisorio preciso y un escrutinio transparente y abierto. Cuando todos hacemos la parte que nos toca, las elecciones funcionan.