Nunca toma menos de cinco minutos explicar qué es. Así de complicada es la ley de lemas.

Esta regla electoral permite a los partidos presentar más de una lista de candidatos para el mismo cargo y luego asignar a la lista más votada dentro de cada partido los votos que recibieron todas las otras listas. Parece una buena idea porque es una elección interna y una elección general al mismo tiempo pero, en realidad, es una idea muy mala. ¿Por qué?

1 La ley de lemas enturbia la información a partir de la que deciden los votantes. El elector no sabe a qué lista irá su voto hasta el recuento.

2  La ley de lemas acentúa el faccionalismo partidario fomentando las divisiones internas. La multiplicación de listas, a su vez, hace más difícil la rendición de cuentas.

3. La ley de lemas puede generar distorsiones en el resultado electoral. Con la ley de lemas puede ocurrir que la lista más votada no sea la que gana la elección. Así ocurrió por ejemplo en Santa Fe en 2003 cuando el candidato más votado sacó 600 mil votos pero resultó electo gobernador otro candidato que había sacado sólo 350 mil.

Adoptar este sistema genera muchos perjuicios y tiene un solo beneficiario: los oficialismos que intentan obtener ventajas electorales a pesar de sus divisiones internas.

La legislatura de Santa Cruz acaba de reinstaurar el sistema de lemas. En varias provincias, como Jujuy, Misiones y Formosa, se está discutiendo adoptarlo para las elecciones de gobernador de 2015.

Volver a la ley de lemas es un retroceso institucional. Neutraliza los progresos alcanzados con las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Es una regla que perjudica a muchos y beneficia a pocos. No hay ningún buen motivo para adoptarla.

Leyes de lemas, de nuevo no.