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28.10.2019

Julieta Suárez-Cao

Opciones reales en la competencia electoral

Las once semanas que pasaron desde las primarias abiertas simultáneas y obligatorias se hicieron eternas; fueron días inciertos en los que el país atravesó una devaluación fuertísima, se conoció el alza de la pobreza y se acrecentó el malestar social. Hoy Argentina ya tiene un nuevo presidente electo. No es posible decir que se trata de un resultado inesperado, tanto las PASO como las elecciones provinciales anteriores a la contienda general mostraban una tendencia clara de triunfo para el Frente de Todxs.

No la tenía fácil el Presidente Macri, quien entre las primarias y la general tenía que mantener el control de las decisiones de gobierno y salir de campaña como un candidato más. Esto es aún más difícil en medio de una crisis económica fuerte y probablemente lleve a repensar algunos aspectos de las primarias, como el tiempo hasta la elección general, y sus efectos ante la ausencia de competencia interna, lo que lleva a que se presenten como una primera ronda electoral ficticia.

De las PASO 2019, el Frente de Todxs incrementó levemente su caudal electoral y Juntos por el Cambio lo aumentó sustancialmente gracias al incremento de la participación electoral y a lograr agenciarse parte del electorado de las terceras fuerzas de centro y de derecha. Además, logró muy buenos resultados en Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. La mejora en los números de la actual coalición gobernante es sorpresiva en la situación de crisis actual y lleva a matizar las explicaciones economicistas del voto y reincorporar cuestiones identitarias y culturales que se jugaron en estas últimas semanas, como por ejemplo, el efecto de las marchas del “Sí se puede”, y el apoyo de Macri y Vidal a los pañuelos celestes.

De confirmarse los números provisorios, la elección de Alberto Fernández continúa la tendencia de concentración entre las dos fórmulas más votadas que observamos luego del “Que se vayan todos” del 2001. En el año 2007, las candidaturas presidenciales más votadas concentraron solo el 68,4% de los votos positivos, en 2011 el 70,9%, en 2015 el 71,2% y en esta elección superan el 88%. Es temprano para hablar de reconfiguración del sistema político, pero la baja fragmentación electoral y en el Congreso parece ser una buena noticia para la democracia. Una baja fragmentación que fue en parte producto de la famosa grieta construida desde el gobierno de Cristina Fernández y alimentada a conciencia por la administración (y la campaña) de Mauricio Macri. Una grieta que bajo el riesgo de polarizar a la sociedad generó la opción de dos modelos diferentes económicos, políticos y sociales que se enfrentaron en esta elección. La interpretación de la grieta como polarización oscurece los riesgos de la moderación extrema, de una competencia electoral sin opciones reales. Se suele entender a la representación en tensión con la gobernabilidad, los acontecimientos actuales en Chile muestran que la gobernabilidad sin representación tiene los pies de barro.

El 27 de octubre puede sentirse como un punto de llegada, pero la conformación de un nuevo gobierno es un punto de partida. La situación actual hace pensar que la luna de miel de la nueva administración será corta. Las elecciones terminaron, ahora empieza la realidad de gobierno.

*Por Julieta Suárez-Cao. Universidad Católica de Chile, integrante de la Red de Politólogas e investigadora invitada del OEAR de CIPPEC.

La opinión de la autora no refleja necesariamente la posición de todos los miembros de CIPPEC.

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